martes, noviembre 04, 2008

El lugar del fin del mundo



Cuenta la leyenda de los antiguos marineros, que bajo los cuarenta grados de latitud sur no existe la ley, y que mas allá de los cincuenta ni si quiera existe Dios. Los navegantes de la Antártida exploran más allá, bajo la eterna noche del invierno austral. Timonean entre grandes bloques de hielo, enormes olas montañosas y gélidos vientos huracanados, intentando llegar al yermo reino azul, el lugar del fin del mundo, un paraje deshelado y desolado.
Cuenta la leyenda que más allá de una opaca, pálida, e invernal cortina blanca se esconde el rincón del fin del mundo, desdibujando sus costas tras el deshielo, cuarteando sus estepas con el desgaje polar, diluyéndose en el océano como un buque al naufragar. Es la región más inhóspita de la tierra, y la más vital para su supervivencia.
Cuentan los antiguos navegantes, que cuando el gran continente naufrague, la mar subirá mucho más allá de la última gran marea, y que sus aguas devastarán las islas y tierras bajas de La tierra. Miles de puertos y ciudades quedarán sumergidas para siempre. Pero tras la tempestad siempre llega la calma; y de alguna manera la vida y el mundo, al final, prevalecerán…

martes, septiembre 16, 2008

El club de los onironautas


Cuando tus ojos se muevan rápidamente, en el instante de un suspiro, entrarás en el ensueño más intenso. Obvia el vacío absoluto de la inconsciencia, encuentra la entrada del sueño lucido, y serás consciente de estar soñando. Y allí, flotando en la realidad virtual de tu mente, entre imágenes, sonidos, pensamientos y sensaciones, descubrirás entre las nubes, flotando en el viento, a los navegantes del sueño, el club de los onironautas, aquellos que comparten tu sueño de hacer un mundo mejor…

martes, septiembre 02, 2008

La trovadora


Hace algunos años conocí un corazón trovador que cada domingo acudía a su arrabal de Barcelona a contar cuentos con su guitarra a los más pequeños. Dibujaba un círculo de niños en el suelo, y entre acordes interpretaba sus relatos:
Les cantaba la historia de la rana voladora que saltaba entre las nubes, hasta que un día encontró una escalera de cristal para subir a La luna; un diminuto mundo inanimado de dunas blancas y cielo negro estrellado, habitado por un hada de marfil, que dibujaba palabras con las estrellas, junto a la oruga blanca, que jugaba a esconderse entre los cráteres de una luciérnaga gruñona. Aquella tarde volaron todos juntos aferrados a la cola de un cometa, viajando por la galaxia entre planetas de colores y polvo espacial, deslizándose por los anillos de Saturno, flotando en la inmensidad de la galaxia.
Cuando el sueño les venció, el cometa volvió a su constelación, el hada y sus amigos a La luna, mientras la rana regresó a su ciénaga donde volvió a soñar que era una rana voladora que saltaba entre las nubes, hasta que un día encontró una escalera de cristal para subir a La luna...

martes, junio 17, 2008

Los flashforwards


Hay visiones, espejismos en el tiempo, ilusiones ópticas que habitan en la mente de aquellos que creen en sus sueños, en quienes piensan en sus nietos en vez de en sus abuelos, en los que son padres de su porvenir en vez de hijos de sus recuerdos. En los que no se sienten como la suma de lo que han sido, sino de lo que anhelan ser. En aquellos en cuya memoria se revela la estructura del destino, viviendo más para los proyectos del mañana que por la historia del ayer.

Acostumbramos a pensar en el futuro como una tierra prometida en la que solo hay cabida para los insignes, no como el espacio que cualquier mortal alcanza, al mismo ritmo de sesenta segundos por minuto, y sesenta minutos por hora. Vemos el mañana como la incierta fracción de la línea temporal que aún no ha sucedido; una hipótesis, una cábala, un presentimiento que bien puede ser especulado a partir un instante o en cambio solo ser perfilado en la imaginación de quien lo aguarda. Es ahí, en la mente de quien lo anhela, donde asaltan estas imágenes del mundo posterior, como reveladoras premoniciones de algo que pudiera acontecer.

El mañana es lo inalcanzable para los cobardes, lo desconocido para los temerosos, la ocasión para los osados; una estancia en el presente en completa oscuridad. Y los flashforwards son los haces de luz que parpadean en la tiniebla de la habitación, como relámpagos rompiendo una noche de tormenta, augurando unos acontecimientos, otorgando unos valores a la ecuación espacio tiempo sobre lo que podría llegar a ocurrir en los próximos días, meses o años. Suposiciones, augurios, corazonadas alimentan cada flash que alumbra el futuro: ese misterioso lugar donde intentaremos sobrevivir el resto de nuestras vidas…

martes, marzo 18, 2008

El clan


En una remota aldea a las afueras de Kampala hay una gran hoguera crepitando en la madrugada. Frente a ella, el último de los Bukenya contempla entre sollozos como arde su cabaña; como se calcina la amargura del ayer; como las lenguas de fuego dibujan en la noche pretéritos pasajes de su infancia. Llora mientras ve desmoronarse el esqueleto abrasado de su hogar. Bajo aquel techo de ramas y paja habían nacido sus hermanos, allí habían subsistido entre polvo y lodo; labrando de sol a sol el sitio de su recreo, el árido campo ugandés. Y allí, en su humilde choza, habían fallecido junto a sus padres en apenas dos décadas, victimas del hambre y la enfermedad.

El último de los Bukenya tan solo tiene cuarenta y dos años, y ya es un anciano. La penuria y la dolencia han extinguido cualquier vestigio de la existencia de los suyos. Y en su chabola infesta de sufrimiento y aflicción, transcurren los días sin pasar el tiempo. Su única esperanza está en huir del recuerdo hacia una tierra con futuro.

Cuentan las leyendas de la comarca que existe un reino de flores sin guerras ni hambrunas. Un lugar llamado Holanda, mas allá de las pirámides de Gizeh, donde los campos son de tulipanes, y los molinos ruedan al viento...

viernes, febrero 01, 2008

Los efímeros


Los efímeros son seres triviales, livianos, vacíos. Deambulan por la vida adoptando personalidades ajenas, los roles que cada momento les otorga. Son instantáneos, frívolos, fugaces; no perduran en la memoria ni en los corazones. Son exteriores, circunstanciales. Sus palabras se desvanecen al viento, sin contenido ni sentido.
Son momentáneos, repentinos, intentan aparentar lo que no son, hablar de lo que no saben y ni si quiera les importa. Persiguen el reconocimiento ajeno, codician que les envidien, y envidian lo que codician. Son seres pasajeros, breves, perecederos. Desean lo que no tienen, ansían destacar en algo, publicar sus hitos, alardear de sus éxitos, pregonar sus virtudes, exhibir más de lo que poseen, mientras desdibujan bajo la hojarasca la senda del prójimo.
Los efímeros no viven amando sino ambicionando, no opinan sino afirman, no hablan sino ladran. Son vagabundos del sistema, seres grises, deshumanizados, espectros de la animadversión.
El único efímero recordado es el que se arroja al vacío por el abismo de sus miserias, ya que al menos después de muertos, la compasión les extrañará…

viernes, diciembre 07, 2007

El habitante del fin del mundo


Esta es la historia de un muchacho que vivió y mató siendo un niño. El relato de un infanticida infantil, cuyas víctimas fueron los más vulnerables seres del mundo: los indefensos chiquillos de su ciudad. Aquellos homicidios fueron los más escalofriantes sucesos que se registran en las crónicas policiales del lugar.
El más joven de los asesinos en serie nunca antes conocido, era un muchacho atormentado por la enfermedad, por las palizas que le propinaba su padre y por la crueldad de sus fantasías. Cuenta la mitología negra de la capital que durante su infancia torturaba los pájaros que cazaba, arrancándoles ojos y plumas, y que a pesar de la fragilidad de su famélica silueta, golpeaba con fuerza y sadismo a los críos que atormentaba hasta la muerte. Creció en un arrabal desgranado de paisanos y extranjeros. Su niñez transcurrió en la calle, expulsado de las escuelas, vagando por las aceras, extraviado entre el reformatorio y su destino.
Lo llamaban "El Petiso Orejudo" debido a sus enormes y apantalladas orejas; era un huraño despiadado, sanguinario y atroz. Un criminal cuya barbarie asoló la Pampa.
Murió en la cárcel del fin del mundo, en la tierra de fuego. Allí donde zarpan los barcos hacia los confines de la Antartida.
Sobrellevó los largos días de la cárcel, sin amigos, sin visitas ni cartas, maltratado y violentado sexualmente. Murió sin confesar remordimientos; nunca se esclarecieron las causas de su deceso. Cuando el penal fue clausurado los huesos del celebre homicida no pudieron ser hallados en el camposanto de la penitenciaria. Aquella infame vida llegó a su fin en la ciudad de Ushuaia, la tundra de la Patagonia, la ciudad más austral del planeta.

Cuentan los ancianos del lugar que el fémur del sádico habitante del fin del mundo aún reposa como pisapapeles en el hogar del último alcaide de la prisión…

sábado, noviembre 17, 2007

El miedo


El miedo al dolor nos torna endebles y vulnerables: el temor al conocimiento nos condena a la ignorancia; el terror a opinar nos oprime en la esclavitud; el no querer evocar nos despinta en el olvido; el pánico a amar nos sentencia a la soledad, el miedo a temer nos enferma de locura.
El miedo es un escalofrío solitario en la oscuridad, bajo la almohada, al recordar que algún día moriremos, y ya jamás, nada más sentiremos.
El miedo es un pajarillo con la jaula abierta, acurrucado junto a los barrotes que un día le encarcelaron, temblando aterrorizado frente a la libertad…

lunes, noviembre 05, 2007

Un lugar en alguna parte


El peregrino ha emprendido su travesía hacia un lugar en alguna parte, un largo camino repleto de enigmas y peligros. La aventura de las mil y una lunas, un viaje hacia algún lugar en el mundo, atravesando pueblos y parajes donde compartir, conocer y aprender; rincones para intercambiar, degustar, y regar la mirada de sabiduría, curtiendo la piel de experiencia; montañas obturando la ruta, donde se pierda el dibujo de la senda tras la niebla que abriga las cimas; bosques tabicando el periplo, cerrándose sobre la vereda con frondosa vegetación.

El viajero errabundo nunca se detiene, para que las volubles tierras del sendero no le engullan; recorre su itinerario con paso firme y atrevido, escudriñando nuevas vías de reanudar el viaje cada vez que presiente haber arribado a su destino.

El explorador errante extraña una remota parte del mundo, su porción de espacio en la vida, su ambiente esencial, personal y eterno. Pero este elíseo se esconde mucho más allá de las remotas playas de Moais en Rapa Nui. Cuentan los trotamundos que los vergeles anhelados limitan con las cataratas del fin del mundo y las montañas de fuego, son países deshabitados que ni si quiera aparecen en los mapas.

El peregrino busca nuevas fronteras que atravesar, sin temer a lo desconocido, no recorriendo nunca el camino trazado, porque tan solo le conduce hacia donde otros ya han estado. Pero tras largos años de viaje entiende que su destino final no será su deseado edén, sino el conocimiento y la mundología que le ha regalado la supervivencia durante su travesía...

martes, octubre 16, 2007

El silencio


Algunas personas hablan en silencio; no entre afónicos susurros, sosegados murmullos, o con gesticulados signos; sino en el más absoluto mutismo. Tendidos en la arena observándose mientras el sol broncea sus cuerpos, se contemplan sin mentar palabra; reclinados sobre el sofá viendo una buena película, no emiten sonidos, ni ecos sordos; tan solo se miran a los ojos con lenguaje telepático, charlando en silencio.
Los secretos están a salvo en el silencio, las cautelas viven en paz y discreción, omitidas y circunspectas.
El silencio es sigiloso y enigmático, tan prudente como misterioso, tan denso como intenso. Es un lenguaje vehemente, compacto y a la vez extenso. Siempre acompaña a la calma, es tranquilo y reposado; un rumor estrangulado, una conversación sorda, una opinión enmascarada. Hay cosas que solo se pueden sentir y expresar parando el tiempo, ahogando el ruido, sin musitar palabras, sin emitir sonidos; como leer estas líneas, así, en silencio.